La fotografía de los responsables del área económica del Gobierno Dominicano con el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, era toda felicidad. Un nuevo acuerdo y muchas otras posibilidades. Y yo me pregunto: ¿han servido para algo los anteriores convenios?
Ya se anuncia una nueva reforma fiscal, la cuarta en menos de seis años de la actual gestión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). De seguro Vicente Bengoa, secretario de estado de Hacienda, Juan Temístocles Montas, secretario de Planificación, y Héctor Valdez Albizu, gobernador del Banco Central tienen el borrador en las manos. Yo me preguntaría: ¿han valido para algo las anteriores?
Las recetas del FMI no tendrán nada de novedoso, será más de lo mismo: aumento de las tasas de interés y recorte en el gasto público. Ello implicaría que los gastos en salud, educación y otros rublos sociales continuaraan siendo impactados sensiblemente. Las empresas tendrán más difícil el acceso al crédito y la producción local continuará su tendencia a la desaparición. En resumidas cuentas, es una confiscación a la población, ya que en forma rotunda y sin vueltas le deprecia sus activos y sus ingresos.
Son los mismos consejos que profundizaron la crisis en el sudeste asiático, hace 10 años, como en el caso dramático de Indonesia, donde el PBI local cayó, en sólo 12 meses, un 15 por ciento. Más cerca de nosotros se llevaron los gobiernos de Cardoso en Brasil y De La Rua en Argentina.
Hay excesivas presiones sobre el conjunto de naciones que tratan de cumplir los convenios con el FMI, aunque todos tenemos la amplia percepción que los mismos hace tiempo que están “dominicanizados”. Hace rato que la transparencia y el manejo a lo interno del organismo multinacional son seriamente cuestionados; la legitimidad de la institución se encuentra en franco deterioro.
EL FMI recibió la friolera de 750 mil millones de dólares para asistir a las naciones de bajo y mediano ingreso en el marco de la asamblea del G-20 efectuada recientemente en Pittsburgh (Pennsylvania). Para la República Dominicana se anuncia un desembolso de 900 millones de dólares antes de la caída del año y hasta 1,700 millones en los próximos 12 meses.
Mientras la eterna y externa deuda asciende hasta los 17 mil millones de dólares, una cantidad que no deja de asombrar, todos nos preguntamos a que manos ha ido a parar ese dinero. Continuamos con las mismas debilidades de tiempos ancestrales.
La administración de Leonel Fernández se ha mostrado insensible ante las carestías del pueblo dominicano. Los anuncios de nuevas formulas no generan expectativas ante el ciudadano que tiene dificultades antes las mínimas necesidades, estamos concientes de que todo se maquilla, se disfraza, se barniza. Si en la campaña electoral del 2004 el propio Fernández lanzó la especie de un cartel en el barrio de Capotillo que rezaba: “bienvenida clase media”, no hay barrio, paraje o urbanización en toda la geografía nacional donde no reine la depauperación y la pobreza mientras se esquilma a las mayorías.
Basta de recetas importadas. Los señores que nos gobiernan deberían sintonizar con la realidad social que nos ocupa, ser cuidadosos en las proyecciones y anticiparse, sin maculas, a nuevas caídas de nuestra sociedad. De no proceder así, estamos encendiendo la llama para los disturbios sociales.
Hora es de reexaminar criterios, presunciones y análisis económicos para prescribir las políticas macro y micro económicas que la nación reclama.
Ya se anuncia una nueva reforma fiscal, la cuarta en menos de seis años de la actual gestión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). De seguro Vicente Bengoa, secretario de estado de Hacienda, Juan Temístocles Montas, secretario de Planificación, y Héctor Valdez Albizu, gobernador del Banco Central tienen el borrador en las manos. Yo me preguntaría: ¿han valido para algo las anteriores?
Las recetas del FMI no tendrán nada de novedoso, será más de lo mismo: aumento de las tasas de interés y recorte en el gasto público. Ello implicaría que los gastos en salud, educación y otros rublos sociales continuaraan siendo impactados sensiblemente. Las empresas tendrán más difícil el acceso al crédito y la producción local continuará su tendencia a la desaparición. En resumidas cuentas, es una confiscación a la población, ya que en forma rotunda y sin vueltas le deprecia sus activos y sus ingresos.
Son los mismos consejos que profundizaron la crisis en el sudeste asiático, hace 10 años, como en el caso dramático de Indonesia, donde el PBI local cayó, en sólo 12 meses, un 15 por ciento. Más cerca de nosotros se llevaron los gobiernos de Cardoso en Brasil y De La Rua en Argentina.
Hay excesivas presiones sobre el conjunto de naciones que tratan de cumplir los convenios con el FMI, aunque todos tenemos la amplia percepción que los mismos hace tiempo que están “dominicanizados”. Hace rato que la transparencia y el manejo a lo interno del organismo multinacional son seriamente cuestionados; la legitimidad de la institución se encuentra en franco deterioro.
EL FMI recibió la friolera de 750 mil millones de dólares para asistir a las naciones de bajo y mediano ingreso en el marco de la asamblea del G-20 efectuada recientemente en Pittsburgh (Pennsylvania). Para la República Dominicana se anuncia un desembolso de 900 millones de dólares antes de la caída del año y hasta 1,700 millones en los próximos 12 meses.
Mientras la eterna y externa deuda asciende hasta los 17 mil millones de dólares, una cantidad que no deja de asombrar, todos nos preguntamos a que manos ha ido a parar ese dinero. Continuamos con las mismas debilidades de tiempos ancestrales.
La administración de Leonel Fernández se ha mostrado insensible ante las carestías del pueblo dominicano. Los anuncios de nuevas formulas no generan expectativas ante el ciudadano que tiene dificultades antes las mínimas necesidades, estamos concientes de que todo se maquilla, se disfraza, se barniza. Si en la campaña electoral del 2004 el propio Fernández lanzó la especie de un cartel en el barrio de Capotillo que rezaba: “bienvenida clase media”, no hay barrio, paraje o urbanización en toda la geografía nacional donde no reine la depauperación y la pobreza mientras se esquilma a las mayorías.
Basta de recetas importadas. Los señores que nos gobiernan deberían sintonizar con la realidad social que nos ocupa, ser cuidadosos en las proyecciones y anticiparse, sin maculas, a nuevas caídas de nuestra sociedad. De no proceder así, estamos encendiendo la llama para los disturbios sociales.
Hora es de reexaminar criterios, presunciones y análisis económicos para prescribir las políticas macro y micro económicas que la nación reclama.
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