jueves, 13 de septiembre de 2012


El Poder Inmoral

El Metro de Santo Domingo es la obra cumbre de la administración de Leonel Fernández Reyna en su consabido empeño de convertirnos en un Nueva York chiquito. Todos los esfuerzos se escatimaron para llevar a término la misma y en cuatro años construyó la primera línea, desde Villa Mella hasta el Centro de los Héroes, 14 kilómetros, casi todos soterrados, a un costo que nunca se sabrá.

Cuando todos pensábamos que habría un respiro para la economía doméstica, arrancó con la segunda línea, originalmente trazada para ir desde Los Alcarrizos hasta el municipio de San Luis, pero reducida más de la mitad, desde el kilómetro 9 de la autopista Duarte hasta la margen occidental del río Ozama. Esta segunda etapa no se pudo terminar pese a todas sus reformas fiscales, los interminables préstamos internacionales y los presupuestos adicionales fruto de la falta de gerencia adecuada.

Nuestros gobernantes han ejercido el poder con más evocaciones infantiles que con la razón y previsiones. Leonel Fernández Reyna no escapó a esta seducción pueril.

El gobierno de Danilo Medina Sánchez no tiene un mes de instaurado. Aún no termina de nombrar a todos los funcionarios de la administración pública, ha reiterado a muchos en sus cargos. Por aquello de pertenecer al mismo partido de Fernández Reyna se supone hay una continuación “de lo que estaba bien”. Pero la población espera que amoneste y corrija lo que no estaba marchando por la senda correcta mientras la cotidianidad agobia a la mayoría de los dominicanos.

Subir al Metro de Santo Domingo hoy no tiene mucho de diferente a lo que era 30 días atrás. El único contraste es que las mudas pantallas de los vagones han substituido el video donde se exhibían las joyas naturales del país matizadas por las notas de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) bajo la dirección de José Antonio Molina, por otro donde se muestra paso a paso la construcción y colocación de los carricoches con manifiesta inclinación a la propaganda oficialista y al presidente de Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Fernández Reyna.

A ninguna de las manifestaciones se le ha colocado sonido, nadie jamás pudo apreciar las melodías de nuestra primera institución musical, como tampoco las explicaciones que deberían adornar la alzadura e instalación de los carromatos. Lo que si se aprecia son las claras alusiones al ex Presidente de la República y a su trillada frase: e’ pa’ lante que vamos.

Triste espectáculo, porque Medina Sánchez apenas ha calentado la silla de alfileres y ya, desde su propia parcela se le ha puesto el agua a hervir. La llama la han encendido sus propios compañeros, en este caso en particular, los ingenieros Diandino Peña y Leonel Carrasco, principales figuras de la Oficina para el Reordenamiento del Transito Terrestre (OPRET), responsables del Metro de Santo Domingo, coincidencialmente salidos de la barriada de Villa Juana.

La medida de permitir que muchos de los funcionarios de la pasada administración permanecieran en sus cargos puede terminar convertida en una trampa de enormes proporciones. Fernández Reyna no ocultó sus aspiraciones de mantenerse en el poder a toda costa; y sin Medina Sánchez haber llegado ya estaba en plena campaña proselitista para el año 2016.

“Un animal político”, lo llaman algunos. “El mejor activo político del país”, lo tildan otros. Desde la oposición partidista se dice muy poco. La comentarista Altagracia Salazar lo señaló como “perverso”. En su largo periplo presidencial Fernández Reyna se transformó en un animal extraño y agresivo; sembró el miedo entre los dirigentes de su partido, se rodeó de una amplísima seguridad y cual onda expansiva se valió de cualquier argucia para desinflar a los opositores, Miguel Vargas Maldonado, incluido.

Ante las pequeñas evidencias, Medina Sánchez tiene que empezar a trabajar a fondo, soltar las amarras que lo atan a Fernández Reyna y a su tinglado formado a base de dinero; tiene que andarse sin miramientos a la hora de señalar la difícil situación económica que heredó, pues se nos mintió cada día al repetírsenos que vivíamos en el paraíso americano. Crecimiento desbordado, mejoría acelerada en el Producto Interno Bruto (PIB), el Chile del Caribe, la versión más acabada de los tigres asiáticos.

Sus propios nombramientos lo han colocado en una situación de peligro. Quizás aún no se haya dado cuenta, pero el gobierno es del pueblo dominicano, las posiciones son prestadas y los hombres pasan. No es verdad que el PLD de ahora es más fuerte que el Partido Reformista de 1972 y se roba y se mata más que entonces.

El Presidente de la República se debe al país y no a un Comité Político al que ya Fernández Reyna se encargó de envilecer. La historia reciente se borra cada día, y aquí nadie recuerda lo que hizo Juan Bosch con los primeros funcionarios electos del PLD, cuando aún era un partido de minúsculas proporciones: expulsados por corruptos.

Medina Sánchez señaló que se había preparado para ser Presidente de la República, pero sus ejecutorias después de un dilatado “periodo de transición” muestran un hombre que, hasta el momento, nada en las mismas aguas.

Fernández Reyna ha estado en muy bajo perfil desde el 16 de agosto, sus apariciones públicas han sido menos que sus salidas al exterior, invitado a conferencias. Sus acólitos siguen repitiendo que es el ser más preparado sobre la faz de la tierra, un Dios sobre sus conciudadanos, demasiado para un hombre que nunca ha querido rendirle cuentas a nadie y que ha creído que puede llevar sus caprichos hasta más allá de lo humanamente posible.

Quizás la línea entre Fernández Reyna y un casi olvidado Abdalá Bucaram, aquel incapaz mental que fue Presidente de Ecuador, echado del poder en febrero de 1997 por la desmesura de sus excentricidades, no resulte muy amplia. El nuestro nos regaló un país virtual, nunca ofreció respuesta a los reclamos populares, aprendimos como nunca antes que el Estado Dominicano se quedó con el esfuerzo de los que trabajan cada día, negó la posibilidad de un compromiso digno a las mayorías, de una vivienda sobria, pero a base de sinecuras agotó a toda una nación.

Fernández Reyna no es diferente a esa nueva tropa de líderes reformistas esparcidos por todo el continente americano. Pretende hacerse valido mediante los ideales revolucionarios de los setenta cuya identidad pretende representar bajo los parámetros de enseñanza de Bosch, nacidos como reacción a la deuda social y al debilitamiento democrático, exhibiendo una reducida capacidad de transformación con un apego casi despótico al poder, debido seguramente a sus debilidades ideológicas. Como el nicaragüense Daniel Ortega, es capaz de pactar contra su propia historia con los sectores más reaccionarios del país y del fundamentalismo católico.

Sin resolver uno solo de los angustiantes problemas nacionales creó una nueva clase económica, donde se incluía a todos miembros del Comité Político del partido de gobierno y sus más cercanos amigos, mientras se ocupaba de desvertebrar al comercio y la industria de factura local. Con una lógica usuraria buscó acumular cuantiosos bienes económicos para sí y un reducido grupo de asociados y testaferros, utilizando para ello todos los recursos de un poder político ejercido de modo arbitrario, imperioso y absoluto.

Mientras el ciclo de expansión económica acababa y las necesidades aumentaban se dio el lujo de señalar que la economía nacional estaba “blindada”, multiplicando de inmediato su retórica beligerante para intentar disimular una realidad ya evidente.

Como Alberto Fujimori en Perú, creo un sistema casi mafioso de acumulación de poder, pero en lugar de un Vladimiro Montesinos utilizó varios frentes para sus propósitos. Adoptó como su hijo político a Félix Bautista Rosario y después sus funcionarios se encargaron del resto. De su estrecha casta militar nada se dice sobre su responsabilidad frente a la nación. Todo el mundo se hace de la vista gorda ante los hombres de uniforme.

Este régimen corrompió todos los niveles del Estado y de la sociedad, amordazó a medios de comunicación, acalló criticas e infundió miedo con un aparato de inteligencia con el único fin de perpetuarse en el poder para servirse de el. Colocó a Marino Vinicio Castillo, a quien todos conocen como Vincho, un hombre siempre dispuesto a destilar veneno, como guardián de la moralidad y la ética nacional, amen de sus cargos relacionados a la lucha contra el narcotráfico. Por si alguna duda queda, nombró a Raquel Jacobo como cónsul dominicano en la ciudad canadiense de Montreal apenas regresó a la presidencia en el 2004. La Jacobo es la esposa de Frank Cabral Calcaño, señalado históricamente como uno de los hombres con más capacidad para pinchar teléfonos con que cuenta el país.

Pensó que con este aceitado funcionamiento, el maquillaje permanente a la inflación, la inconciencia a la hora de firmar prestamos internacionales, sus compras desmesuradas en el exterior, la penetración comercial del Brasil de estos tiempos donde sus funcionarios son juzgados por corrupción, la toma casi al pie de la letra de todos los dictados de los organismos financieros internacionales en materia económica, las entradas adicionales de dinero fresco provenientes de las ventas de Brugal & Compañía, la Compañía Dominicana de Teléfonos y la Cervecería Nacional Dominicana, sería suficiente para jamás abandonar el poder y aspirar eternamente.

No resultó así, guardó las formas constitucionalmente, pero orgánicamente se apoderó de todo aparato de fuerza. Cámara de Senadores, Cámara de Diputados, Suprema Corte de Justicia, Tribunal Constitucional, Tribunal Superior Electoral, Junta Central Electoral. Anudó todas las instancias para que el camino de Medina Sánchez fuera tortuoso y colocó a su esposa, Margarita María Cedeño Lizardo de Fernández como segunda en la boleta del PLD.

Fernández Reyna sigue apostando a la hasta ahora poca manifiesta capacidad de reacción de la sociedad dominicana, que se va cohesionando en pequeños movimientos ante la falta de verdaderos partidos políticos, y a su creencia de que es un líder de la comunidad internacional y sus acciones son aplaudidas por todo el globo terráqueo.

En vez de dar un paso al costado sigue manipulando desde las sombras. El Listín Diario, triste sombra de un pasado glorioso, reseñó que ahora recibía a más dominicanos que nunca, en sus oficinas de la Fundación Global de Economía y Desarrollo (FUNGLODE). Sus hombres de confianza parecen haberse esfumado: Félix Bautista Rosario, Víctor Díaz Rua, Luis Manuel Bonetti, Salvador –Chio- Jiménez, Manuel de Jesús –Freddy- Pérez, Abel Rodríguez Del Orbe, Rafael Núñez, Melanio Paredes, Franklin Almeida Rancier, Ramón Antonio Aquino García y Héctor Belisario Medina y Medina, entre otros.

Fernández Reyna se siente seguro al pensar que jamás nadie ira por su cabeza, que tiene la fortaleza para bloquear cualquier aspiración popular de un juicio condenatorio, mucho más considerando en su fuero interno que la parte de la sociedad que se sintió estafada y traicionada durante su gestión es insignificante. Aquí hay pruebas de todo pelaje que explican algún extenso silencio de los protagonistas y hasta ciertos acercamientos, pero el responsable de llevar la moralidad es el mismo Vincho Castillo. Una decisión para la risa.

Nadie duda que Fernández Reyna está en campaña para el 2016; se piensa ya políticamente inmortal, pero sus hechos evidenciaron que todo a su alrededor ha sido una mentira. El prurito democrático o la verdad no es cuestión central en casi ninguno de estos jugadores o sus rivales. Vivimos en una nación donde la corrupción no cedió nunca.

Cada día tendrán que confirmarse las evidencias del desastre que significó Fernández Reyna al frente de una nación necesitada de una cabeza que fuera más allá de sus excentricidades, de sus locuras, de sus trastornos. De ello dependerá en buena medida el transito de Medina Sánchez por la Presidencia de la República.