sábado, 26 de septiembre de 2009

Un gallego políticamente correcto






Escribí estas líneas en abril pasado, poco después del fallecimiento del doctor Alfonsín. Creo que lo expuesto tiene validez.



A los dominicanos nos encantan los chistes de gallegos, quizás por la necesidad de comprender la compleja relación entre sociedad e inmigrantes, lucha permanente dentro de nuestras fronteras. Cuando el nombre de Raúl Ricardo Alfonsín empezaba a enrumbarse dentro de las filas de la Unión Cívica Radical (UCR), nacía en Buenos Aires, Pablo Ducoudray; por esos tiempos vivía exiliado en esa mágica ciudad Francisco –Quique- Acevedo Gautier y otros tantos nacionales. Con el tiempo, Alfonsín se convertiría en Presidente de la República Argentina y en lo personal ganaba dos inestimables amigos.

Muchos han corrido a llamar al extinto líder como “Padre de la Democracia Argentina”, titulo del que seguro había renegado, pero el adiós de uno de los últimos políticos íntegros de América Latina mueve a reflexiones, detrás de si deja un legado de infinita moralidad. Ni siquiera la mítica Mafalda se escapó de celebrar sus ejecutorias cuando en 1988 una viñeta de su creador Quino, Joaquín Lavado, expresó: “al único Presidente capaz de demostrarnos que todo eso que nos enseñan en la escuela puede ser verdad”.

Conocí Argentina durante su mandato y quedé impactado, al punto de quedar tatuada para siempre dentro de mis huesos. Ese hombre había logrado el primer revés del peronismo en su campo más fehaciente: las urnas, y personificó el deseo ferviente de la sociedad de dejar a un lado su periodo más lúgubre. Zarandeó al bando opositor, forzándolo a la democracia interna y a la transformación. La inflación le saltó de manera extraña pero luchó contra las masacres, la Triple A (Luis Palmas, incluido), la muerte de Perón, los cadáveres en los bosques de Ezeiza, el coronel Rico, la violencia agrandada y la acabada crueldad.

No pudo convertir a Viedma en capital de la nación, allí tengo mi casita junto a Jorge Santolaria y Mónica Balda, pero como le comentó a Luis Esnal (La Nación, Oct.23.2003) ante la pregunta de cómo se definiría usted mismo: “un hombre que tuvo sus convicciones, sus ideales, y que fue leal a ellos. Nada más”.

La llegada de Alfonsín a la Presidencia Argentina instruyó profundos cambios políticos en todo el continente. Propuso la Comunidad Económica Latinoamericana para superar la “brecha tecnológica”, tan de moda en estos tiempos, para vencer “la inmodificable realidad” de mantenernos sobreviviendo en el subdesarrollo. Posiblemente con su partida hemos perdido al último gran forjador de un proyecto nacional en nuestro continente. Donde nuestras naciones se tornen en figuras de avanzada, previsibles y solidarias.

En su último discurso público, octubre del 2008 en la Casa Rosada ofreció una verdadera lección a los dirigentes contemporáneos, señalando: “siempre creí y así lo dije en tantas oportunidades que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autoreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. ‘Sigan a ideas, no sigan a hombres’, fue y es siempre mi mensaje a los jóvenes. Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática!”
Agregó: “democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aún un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluidos. Y no ha podido, tampoco aún, a través del tiempo y de distintos gobiernos construir puentes firmes que atraviesen la dramática fractura social provocada por la aplicación e imposición de modelos socioeconómicos insolidarios y políticas regresivas”

“La democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los gobiernos, la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad. La democracia es previsible, y esa previsibilidad indica la existencia de un orden mucho más profundo que aquel asentado sobre el miedo o el silencio de los ciudadanos. La previsibilidad de la democracia implica elaboración y diálogo que no excluirá, sin duda, tempestuosos debates y agrios enfrentamientos de coyuntura que nutrirán al estilo republicano triunfante ya en el país”. “La democracia no se establece sólo a través del sufragio ni vive solamente en los partidos políticos. Sin la conciencia de la unión nacional, sostuvimos, será imposible la consolidación de la democracia; sin solidaridad, la democracia perderá sus verdaderos contenidos. Esta llama debe prender en el corazón de cada ciudadano, que debe sentirse llamado antes a los actos de amor que al ejercicio de los resentimientos”.
Alfonsín trazó distancias, especialmente con Néstor Kirchner. Alfonsín era un político que quería ser amado por la gente. Kirchner en cambio prefiere ser temido por las estructuras. El ex presidente radical pensaba genuinamente que con la democracia se comía, se educaba y se curaba; el hoy ex presidente justicialista pensaba, en cambio, que el dinero es la clave del poder político.

Para el extinto presidente radical, la negociación era clave en la política. En cambio, para el ex presidente peronista la imposición es la verdadera clave. Alfonsín era un gran orador; Kirchner, en cambio, todo lo contrario. Los dos llegan al poder con muy poca experiencia internacional, pero el radical aprende y busca alinear a su partido con la Social Democracia Internacional. En cambio Kirchner transita su mandato inmune a las influencias externas.
Alfonsín mantiene capacidad de encuentro y acuerdo con el adversario, como lo hizo con Menem. Kirchner, en cambio, mantiene una actitud rencorosa que le hace difícil el solo reconocimiento del adversario, al que tiende a ubicar como enemigo.

Cualquier parecido con la realidad dominicana… ¿será pura coincidencia?
Ante el féretro de Alfonsín desfilaron 4 ex mandatarios de Argentina, Menem, De La Rua, Duhalde y Kichner. Este último señaló: “siempre fue un hombre políticamente incorrecto. Decía lo que pensaba y era un gran militante”. Estas palabras bien estudiadas, podrían ser para el hoy esposo de la Presidente Cristina Fernández, su epitafio dentro del juego partidario.

Mientras llevaban el sarcófago al panteón, en La Recoleta, Julio María Sanguinetti lo comparó con Domingo Faustino Sarmiento, Hipólito Irigoyen, Arturo Frondizi y “todo lo que hizo grande a este país”. “El pueblo lo siente como un grande”, aseguró el ex presidente uruguayo.

Chascomús perdió a su hijo más ilustre, nacido en 1927, fruto de la relación entre un gallego republicano y una criolla descendiente de irlandeses, de quienes heredó sus fuertes convicciones políticas, sin dejar de lado la discreción, la humildad y el dialogo, mientras mantenía una fuerte pasión por la vida. Tozudo e inquebrantable. En Ribadumia, donde hay una calle con su nombre, volverán a colocar alfombras de flores para su memoria.

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