Una de las principales vías de la ciudad de Santo Domingo se conoce como Tiradentes. Pocos dominicanos conocemos de la vida y obra de este brasileño. Nos permitimos reproducir las líneas del doctor Andrés Borja, odontólogo peruano que dirige el blog El Incisivo.
El 21 de abril es para el Brasil un día festivo nacional, ese día recuerdan a un importante precursor de su indepencia: Tiradentes.
Nada extraño hay en que un país celebre a uno de sus mártires, pero en esta caso ese mártir forma parte de nuestro equipo, el es o fue mejor dicho un odontologo. He buscado a lo largo de las historias de algunos paises y este caso es el más trascendente para nuestro interés, ya que sería la única expresión en la orbe en donde un país declara día festivo nacional en honor a un dentista.
¿ Donde empieza la historia de este poco conocido personaje?
Joaquin José Da Silva Xavier apodado Tiradentes o Sacamuelas, nació en Minas Gerais el 16 de Agosto de 1746 , era el cuarto de siete hermanos de una familia conformada por un portugues y una brasilera. Al parecer no estudió de manera formal la odontología, pero a la muerte de sus padres se puso al servicio de un padrino que era cirujano. Trabajó ocasionalmente como minero, farmaceutico y odontologo lo que le valio el apodo de Tiradentes.
En 1780 se enlisto en el ejercito de Minas Gerais, y en 1781 fue nombrado por la Reina Maria I, comandante de patrulla de Caminho Novo que conducia a Río de Janeiro y garantizaba el transporte de oro y de diamantes. Posteriormente se licenciaria del ejercito en el grado de Alferes en 1787.
De regreso a Minas Gerais encontró trabajo en proyectos mineros, allí empezó a obervar las riquezas naturales de su país y la pobreza de su pueblo y es en Villa Rica donde preconiza la creación de un movimiento para la indepencia del Brasil.
A este movimiento se sumaron personajes del clero y otros de relieve social, como Claudio Manuel Da Costa, antiguo secretario de gobierno, Tomás Antonio Gonzaga e Ignácio José de Alvarenga Peixoto.
El movimiento ganó apoyo ideológico con la independencia de las colonias británicas en Norteamérica y la formación de los Estados Unidos . Factores regionales y económicos también influyeron en consolidar la rebelión en Minas Gerais, ya que la región producía cada vez menos oro. Los colonos ya no eran capaces de cumplir con el pago anual de cien arrobas de oro destinadas a la Real Fazenda, motivo por el que se unieron a la rebelión.
El movimiento se inició la noche de la insurrección: los líderes de la inconfidencia salieron por las calles de Villa Rica dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población.
Sin embargo, antes de que la conspiración se transformara en revolución, fue delatada por los portugueses: coronel Joaquim Silverio dos Reis, teniente coronel Basilio de Brito Malherio Do Lago y el natural de Azores Inácio Correia de Pamplona, a cambio de ver condonadas sus deudas con la Hacienda Real. El vizconde de Barbacena suspendió el impuesto y ordenó la prisión de los conjurados (1789). Tiradentes se escondió en casa de un amigo en Rio de Janeiro, pero fue delatado por Joaquim Silverio Dos Reis (que más tarde, por su delación, entre otras cosas, recibiría de la corona el título de Fidalgo).
EL mayor deseo de los inconfidentes era establecer un gobierno independiente de Portugal, crear una universidad en Vila Rica, formar industrias y hacer de Sao Joao Del Rei la nueva capital de la región.
Al contrario de sus compañeros, ricos y letrados, Tiradentes era un hombre del pueblo. Su saber era hecho de experiencia, en su vida de tropero, minero, de curar enfermos, de dentista famoso y alférez. Pero, sobre todo, de conspirador. Debido a esas cualidades y a su talento de estadista, revelado últimamente por el revisionismo histórico, fue elegido como cabeza de la conspiración, imponiendo su mando a tantos hombres poderosos y letrados de la élite de Ouro Preto.
Tiradentes fue proclamado por todos como el principal, por su fervor republicano; su confianza en los mazombos (criollos) brasileros para construir un país próspero y transformarlo en una gran nación; su temeridad para acciones subversivas, contra el orden vigente y todo su aparato de dominación y opresión.
Tiradentes tenía la total seguridad de que podía crear en Brasil una república mejor y más próspera que la de la América inglesa, porque habíamos sido mejor dotados por la naturaleza, contando con recursos minerales de inmensa riqueza, y nuestras ciudades eran más bellas y más cultas que las norteamericanas. Osado y ardiente, Tiradentes decía a quien le quisiese oír: 'Si todos quisiéramos, podríamos hacer de este país una gran nación'.
También repetía con frecuencia: ¡Ah, si todos tuvieran mi ánimo! ¡Brasil sería de los brasileros!'. Irritado con los cobardes, exclamaba: 'usted es de los que le tienen miedo al bacalao!'. Esto se puede leer en los autos del proceso.
En sus propias declaraciones, Tiradentes primero se negó a confirmar su intención de realizar una sublevación. Después, al ser confrontado, admitió todo lo que sus inquisidores ya sabían, pero sin denunciar a nadie. En su cuarta declaración habría dicho: 'que era verdad que se premeditaba una sublevación y él confesaba ser quien había ideado todo, sin que ninguna otra persona lo indujese, ni le inspirase nada y que una vez proyectada la mencionada sublevación.... pensó en la independencia que podría tener este país, y comenzó a desearla y, finalmente, a organizar de qué manera podría realizarla'. En uno de sus argumentos, admitió que: '....las potencias extranjeras se admiraban de que la América portuguesa no se sustrajese de la dependencia de Portugal y que ellas deseaban favorecer ese intento'.
Condenado a la horca y al descuartizamiento
La sentencia de los jueces de María La Loca dice así: 'Condenan al reo Joaquim José da Silva Xavier, alias el Tiradentes, que fue alférez de la tropa paga de la Capitanía de Minas, a ser conducido por las calles, atado y anunciado por el pregonero hasta el local de la horca, y en ella morir de muerte natural para siempre, y que después de muerto le sea cortada la cabeza y llevada a Villa Rica, en donde será clavada en un poste alto, en el local más público, hasta que el tiempo la consuma; y su cuerpo será dividido en cuatro cuartos, y clavado en postes, por el camino de Minas, en la finca de la Varginha y de las Cebolas, donde el reo realizó sus infames prácticas, y el resto en las fincas de mayores poblaciones, hasta que el tiempo también las consuma, declaran al reo infame, y a sus hijos y nietos, confiscando sus bienes para el tesoro público y Cámara Real, y la casa donde vivía en Villa Rica será arrasada e impregnada de sal para que nunca más pueda edificarse en ese suelo, y no siendo propia será tasada y los bienes confiscados se pagarán a su dueño, y en el mismo suelo se levantará un monumento para que se conserve el recuerdo de este abominable reo'
Y así, en la mañana del sábado 21 de abril de 1792, Tiradentes recorrió en procesión las calles engalanadas del centro de la ciudad de Río de Janeiro hasta el patíbulo. Ejecutado y descuartizado, con su sangre se firmó la certificación de que se había ejecutado la sentencia de muerte y se declaró su memoria infame. Su cabeza se plantó en un poste en Villa Rica y sus restos mortales se distribuyeron a lo largo de Caminho Novo: Cebolas,Varginha Do Lourenco, Barbacena y Queluz, la antigua Carijós; lugares en los que expuso sus discursos revolucionarios. Su casa fue destruida y todos sus descendientes deshonrados.
Tiradentes siguió siendo tras la Independencia de Brasil, una personalidad histórica relativamente oscura, ya que durante el Imperio, los dos monarcas, Don Pedro I y Don Pedro II, pertenecían a la línea masculina de la Braganza, y eran, respectivamente, nieto y bisnieto de Doña María I, que había emitido la sentencia de muerte de Tiradentes. Tuvo que ser la República, o más exactamente los ideólogos positivistas que presidieron su fundación, los que buscaron en la figura de Tiradentes una personificación de la identidad republicana de Brasil, y mitificaron su biografía. Esto explica su iconografía tradicional, con barba y camisola, al lado del cadalso, que le da un cierto parecido a Jesucristo.